jueves, 5 de junio de 2008

La próxima lluvia

La cita era así, quedamos de juntarnos a medio día a media semana, el pronóstico del tiempo anunciaba lluvia, pero nada podría postergar nuestra cita porteña.
Ya era hora, yo iba decidida a pasar un buen rato, saqué del clóset mi paraguas transparente, y aunque llegué veinte minutos tarde, para ella fue mínimo, habíamos esperado mucho por esto.
Qué hacer? El plan era subir por los cerros, sentarnos en un mirador con un ron y cigarros, pero la cuidad está en aguas... un bar añejo nos limitaría a sentarnos y dejaría oculta la belleza porteña , cuando al fin teníamos alcohol, cigarros y cosas para picar, estábamos listas para buscar un lugar que nos cobijara de la lluvia, caminamos por calles estrechas tomadas del brazo, mientras bebíamos ron cola en una inocente botella de bebida, subimos por una calle a los pies del cerro conce, y encontramos una escalera que tenía un pasillo techado arriba... subimos, sin pedirle permiso a nadie, nos sentamos en bolsas plásticas de supermercado y empezamos a consumirnos en alcohol, a confesar secretos, a prometernos amor eterno, bajo la lluvia, hace dos años que nos conocíamos, nuestra relación no era estable ni formal, de hecho no existía como tal, era nada más que un pedazo platónico de affaires recurrentes y distantes, pero en el fondo siempre estuvimos juntas.
caía la tarde, se nos acababa la comida, hablábamos incoherencias, reíamos jugábamos, nuestras narices estaban frías, igual que nuestros pies mojados, pero nada impediría que nos besáramos ahí mientras el cielo caía a pedazos y corría una cascada de barro cerro abajo en adoquines,
entramos más en el pasillo en una especie de balcón que dejaba vista de medio cielo, mientras casi desnudas a la intemperie caía la noche y nuestras lenguas calientes se juraban amor eterno recorriéndonos el cuerpo, mirando la calle mojada y los faroles y como se veían las gotas en la luz llegaba al máximo, tan cerca y tan mía, como si siempre hubiésemos estado juntas, eternas, solas!
prometimos terminar juntas, y que en la próxima lluvia nos esperaba para otra cita de paraguas, nos amaríamos en secreto siempre bajo la lluvia, y volveríamos a esa escalera a leer las promesas escritas con rouge que podríamos olvidad más adelante, cuando al fin bajamos completamente ebrias y con el sostén desabrochado cada una siguió su camino a casa, con la esperanza de que todos los días lloviera para volver a vernos.

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